*En estas fotos y las del jardín sólo se mejoró el color, el tono y el contraste automático. Isa, la hija de Fermín y Gadi es la chica que lleva un vestido rojo en la foto inferior del post.
*Nota de Isa: Fotos de papa, mama y güela en Candas, papa y mama en Madrid, Museo y Retiro, la sonrisa inolvidable de mi padre y las hermanas con mi madre
De izquierda a derecha
María Jesus, Luisa María, Fermín, Isabel y Ana Luz
Con 22 años en una estación de esquí. Estaba más tiempo rebozada en la nieve que levantada. Aspiraba
a esquiar como mi padre pero me temo que no se me daba muy bien. Aquel día fue muy divertido.
Ya no es como ahora que casi todo el mundo tiene esquís. Cuando fuimos a la estación había mucha
gente de la que le gusta aparentar que tiene mucho dinero. Todos iban vestidos a la última en ropa de esquí
y cremas coloreadas para el rostro para prevenir los rayos solares.
Recuerdo que yo iba con este mono de esquí blanco, que nos lo habían vendido más barato porque
la gente no quería comprarlo por el color, no es muy adecuado para perderse en la nieve.
La mayor parte del tiempo la pase en el suelo, tirándonos bolas de nieve. En esta instantanea
me han arrojado una bastante grande al pelo.
Pasamos un día muy divertido viendo reirse a la gente de nosotros pero sobre todo
riéndonos también, de los que se les voltearon los esquis y bajaban la pendiente de espaldas a todo el mundo o de aquel bruto que no sabía muy bien como funcionaba el telesilla
y antes de llegar a la rampa, se arrojó, afortunadamente sobre blando.
Aquí tenía 11 o 12 años. Estaba en la boda de mi prima Luli con Jose. La niña
del vestido largo creo que se llama Trini, creo que es la hermana de Jose pero no estoy segura. Yo soy la que lleva el vestido corto.
Recuerdo que fue una boda muy bonita.
Hay una cosa que recuerdo de aquella boda. La tarta tenía unas rosas de azúcar de colores
que me llamaban mucho la atención pues nunca las había visto.
Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices
por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar,
mas otras apenas vemos entre un paso y otro.
A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.
Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos.
El primero que nace del brote es nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá,
que nos muestra lo que es la vida.
Después vienen los amigos hermanos,
con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros.
Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Mas el destino nos presenta a otros amigos,
los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino.
A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón.
Son sinceros, son verdaderos.
Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.
Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón
y entonces es llamado un amigo enamorado.
Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies.
Mas también hay de aquellos amigos por un tiempo,
tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas.
Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro,
durante el tiempo que estamos cerca.
Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes,
aquellos que están en la punta de las ramas
y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra.
El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas,
algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones.
Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca,
alimentando nuestra raíz con alegría.
Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad.
Simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única.
Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Habrá los que se llevarán mucho,
pero no habrán de los que no nos dejarán nada.
Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida
y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.
Tardes con Teresa y Víctor 